martes, 22 de enero de 2019

DIOS TANGO CON LA VOZ DE AMANDA PATARCA


TANGOS ANTIGUOS


¿Qué viste, cuando viste lo que viste? (Poema libre)


¿Qué viste, cuando viste lo que viste?  (Poema libre)
                                                                            Acápite
-¿Qué viste Magdalena en el sepulcro cuando, queriendo acompañar con tu lamento el reposo perdurable de tu amor, llegaste sola?
-Sólo vi un gran vacío, ahogado en el llanto de la desolación. Y estupor en los ojos de los que fueron llegando. ¡Nos está faltando Dios, aquí! Me dije, esperando la respuesta milagrosa.   
                                                              
                                                                     ********O********

Yo no soy Magdalena pero, como ella, he presenciado, visto y observado los extremos: El nacer y el morir.
Y entre esos dos caprichos celestiales contrapuestos, la vida que fluyendo sin reclamos ni angustias de su parte,
me concedió, después de mi dolor maestro, acumulado por sucesivas muertes, siempre de otros,
lograr el goce del cenit del sexo y el purificador olvido, desechador de afrentas.
Me completé con las caricias del amor al cual, de cerca, vi su cara. Y entregada a él, cerrando los ojos al
                                                                                                                                                             malentendido, desde mi alborozo, disparé mis flechas colosales, orientándolas hacia la eternidad.
Hoy recuerdo la grandeza de la aurora, en su ascenso radiante, cuando la observaba siendo feliz sin saberlo,
por no haberme detenido nunca a pensar, mientras amaba.

Pero también recuerdo, certificando, que esa aurora, por su cósmica condición
de heredera envolvente del sol, seductor incendiado,
y generadora del derrame de luz en sosegado desliz ascendente,
distribuido por  mitades siempre, sobre la sumisa tierra esperanzada, a oscuras,
se iba retirando de mi vista, sepultándose a solas, tan demoradamente ante mis ojos como para celebrar, hoy,
su ancestral propósito de conseguir, de ese modo y por su medio, el resurgir magistral de cada día,
Juro que jamás preste atención a su mensaje, pero ahora, inmersa en este instante y conjugando mi propio asombro, caigo, velozmente, de la altura de mi estupor tardío, entendiéndolo todo, dándome cuenta.

Hoy celebro este hecho, el de darme cuenta, iluminando con el haz de luz de mi conciencia lo que nunca advertí:
Celebro el soplo de la vida que engendró el aliento que me impulsa, llegado, en el inicio, a mis entrañas
y a esta calma encargada del permanecer yo aquí, ligada a mis lejanos testimonios,  
provenientes de aquel remoto tiempo adormecido u olvidado, el de mis perdidos o escondidos ancestros,
recién hoy recobrados: esos, los míos, los  del empedernido amor filial.
Y lo hago enlazada hasta gritar de gozo en el enredo glamoroso con mis hijos, surgidos al misterio de la vida
desde el orgullo de mi estirpe y la de él, mi hombre: preservador de realidades y propulsor de la esperanza altiva.
Aliado y socio fundador en  la matriz hormonal de mis entrañas, asegurada contra todo riesgo.
                                                       
Y… ¿Se podrá saber algún día, qué más viste, mujer, mientras cubrías los segmentos brutales de tu vida?
Vi la muerte rondar por todas partes. La observé muy de cerca, mostrándose invencible, certera y cuidadosa, como
                                                                                                                                                          el verdadero amor. Y le rehuí combatiéndola. Como para que mi rechazo a su forma de ser, me preservara,
ayudándome a develar la incógnita infinita cotidiana de ese asunto incomprensible, sólo mío: mi verdadera esencia
                                                                                                                                                                           humana.  
De gran consistencia en su imagen formal  y al mismo tiempo abstracta, insubstancial.
Y fue la muerte la que respondiendo a mi rechazo me ayudó. Lo hizo alegremente, tatuándome en el vientre      
                                                                                                                                                           una figura simple:  la de un espiral de humo, dirigida hacia el cielo, sin enredo  en el  hilo dibujado… -Con material extraído de tu
                                                                                                                                                    cuerpo usado -me dijo. Y agregó: -Semejante al que de ti escapará un día cuando, sin dejar de repudiar próximas muertes, transformada en
                                                                                                                       incienso, aceptes resignada irte conmigo.                                                                                                                                          

                                                                                                                                  Amanda Patarca.

YO NO QUISE AGREDIRTE (Soneto libre)

La cruz, también quiso sumarse a este texto.

YO NO QUISE AGREDIRTE  (Soneto libre)

Fue mi madera la que el verdugo usó
-alegoría muda, enraizada-
cuando mi abrazo arrogante terminó                     
como una sombra negra agazapada.

Sabia seca y sangre coagulada
adheridas al hierro de los clavos
hoy le informan al mundo que hermanadas
reniegan de ese crimen poco claro.

Yo no ordené clavarte a mi madera
ni al terror por tu sangre derramada.
Del reino vegetal, y a pesar mío,

surgió la idea del servir inmóvil.
Yo no quise ser cruz, pensé ser cuna.
Cuna de Niño Dios, si me dejabas.

                                    Amanda Patarca                                 






¡Jacarandá!

     ¡Jacarandá!

     -Dijo la flor celeste desde el suelo-.
     Mi plaza reza y si florece llora.
     Reza con Dios cuando se acerca al cielo,
     llora con Él cuando en su suelo implora.

     ¡Qué hermosa está mi plaza colorida!
     ¡Qué extraña paz se asienta en su follaje!
     El vibrar de una luz cerró mi herida.
     Su azul-violáceo transformó el paisaje.

Todo es quietud; mil flores allá arriba
     aplacando el fulgor de las retamas
     me informan de la vida que se iba   
     desprendiendo capullos de sus ramas.

No saben de morir pero se mueren
renaciendo caídas sobre el suelo.
No saben de nacer pero sonríen
cuando me ofrecen duplicado el cielo.

Como lluvia de plumas sublevadas
desde donde está Dios caen y caen
para poder planear como ellas saben
entregando su vuelo a mi mirada.

Cuando el día se va, la plaza queda
semioculta detrás de su alegría.
Pero al volver, la luz de cada día
viste de azul lo que en la calle rueda.

¡Jacarandá! me dice mi alma en celo.
Tu plaza reza y si florece implora.
Reza con Dios cuando refleja el cielo
Ora con Él cuando su suelo llora.
                                                                     Amanda Patarca                            
                                                 



El paraíso y sus cuentas. (Alejandrino) (Instantánea)

El paraíso y sus cuentas.  (Alejandrino)  (Instantánea)

Una lluvia de flores cae del paraíso
y en mi pelo se anidan las cuentas del collar
que mi madre enhebraba hilvanando mi hechizo
mientras me perfumaba con su dulce mirar.

Mi patio está exaltado, su palidez  me asombra,
titilan en la noche estrellas desde el suelo.
Y el paraíso enorme desbordando su sombra…
me envuelve con su manto regalándome el cielo.

Y mientras me detengo al roce de este instante,
oscilando aferrado a un brote de glicina
un pájaro pequeño de color fulgurante
me regala su gloria, cantándole a la vida.

                                                      Amanda Patarca

EL NIÑO POBRE -Visto por un ángel- (Alejandrino)

EL NIÑO POBRE  -Visto por un ángel-  (Alejandrino)

I.- Con el sol en los ojos lo vi dormir afuera.
Un hambre de polenta no lo deja crecer.
En su casa se amoldan a lo que trae el día
y el día sólo aporta más ganas de comer.
El padre sin trabajo, suspendido en la obra
que apañaba sus ansias ofreciendo trozados
desvelos angustiados en sueldo semanal,
amargado y sin rumbo, vacías las dos manos
buscando otros caminos se fue un amanecer.
Cansado del pan duro sin ablandar en sopa;
harto de la miseria que lo entregó al dolor;
por vagar taciturno al salir por las noches,
sin rumbo  y sin mañana, a repartir destellos
de hiel acumulada debajo de su piel,
en el barrio sospechan que lo tragó el ayer
Nadie sintió su beso ni el peso de su mano,
pesada y lastimada posándose indulgente..
Pero a todos bendijo con desesperación
restándole a la mesa su boca codiciosa
temblorosa y profana, indigna y sin razón.   
Se fue sin dejar huella; sin siquiera un indicio.
Como si hubiera muerto, nadie dio más con él.
Sin embargo la madre de esa casa en tinieblas
sintiendo ese algo raro que hoy palpita en su ser
sabe que prontamente suplirá aquella boca
con el niño que lleva y que está por nacer

II.- Regresará aquel hombre, lo sé porque lo intuyo
merodeando esa casa, sin trabajo ni fe.
Pero el niño que viene -montado en otra aurora-
surgido de su entraña, lo obligará a crecer
Se esmerará en el rumbo con que encauce su vida
para que su familia se complete con él.
Ese niño que ambula, que está solo y espera;
el mismo que esta tarde con el sol en la frente
yo vi dormir afuera, desde su altura mira,
compara, saca cuentas, sin lograr comprender
lo que nadie le dice porque nadie lo ve.

III.- Y a mí, que miro y pienso y medito y no hablo,
ni me muestro ni escribo… A mí, que nunca río
porque lloro sin llanto, mojando con rocío
las veredas del mundo, porque soy sólo un ángel…
Tampoco me ve nadie y como Dios deambulo
me aflijo y resignado, los dejo proceder,
resguardado a la sombra… Sugiriendo, tal vez.

IV.- Cuando el padre regrese… Y esa madre callada
aportando en silencio su prudente orfandad
se dé cuenta de todo… Y yo logre espiarlos
como pude hacer siempre, desde mi dimensión,
detectando el anhelo de ese encuentro deseado,
huidizo y angustiante, con la oportunidad,
ese niño -y los otros-, cumplido aquel deseo,
pensando por sí solo, despojado del miedo,
sin pedir nada a nadie, ya erguido y arrogante,
derramando fulgores, bajo el manto del cielo.
cuidará de sí mismo, observado por Dios.
                                                   Amanda Patarca.   




EL NIDO (Díptico, alejandrino)

EL NIDO  (Díptico, alejandrino)
I -  AL TIEMPO, MI MAESTRO
Íbamos por la senda caminando arrogantes:
En las manos caricias, en los ojos estrellas
que alumbrando caminos nos mostraban las huellas
dejadas por los pasos de antiguos peregrinos
cuyos rumbos lejanos borrados por el viento
del huracán del tiempo, ya no se dejan ver.
Es que es bueno, me digo, hermanos bienamados
recordar el pasado con lo que acontecía.
Con  lo que iba quedando; con todo lo logrado.
Y en lo que fue mi caso, con todo lo perdido
por  lo que no sabía, pero supe después
II -  REVELACIÓN  
Cuando el alma se planta porque encontró lo suyo
y el cuerpo se calienta con el ser añorado
que permite en su abrazo que las sonrisas fluyan
para gestar con ellas el beso que descubre
la clave del misterio de la perpetuación…
es que ha llegado  el tiempo de preparar el nido
con puntillas y plumas y un lugar para Dios.
El que debe ser blando y con salas muy limpias
para amasar los panes con harina y arroz…
Porque el nido perfecto, el que no se arma solo
requiere del esfuerzo y el trabajo de dos.  
Es bueno, lo repito, recordar y pensarse
unidos y aferrados al calor de ese nido
que brilla hoy consagrado por Dios y mis amigos
en el fulgor del oro (brillante) de esta Celebración.
                                                             Amanda Patarca                                  

CONCIERTO DE BODAS PARA ENTRAR EN LO INFINITO, CON REGOCIJO (Hai ku argumental)

CONCIERTO DE BODAS PARA ENTRAR EN LO INFINITO, CON REGOCIJO (Hai ku argumental)
Palomas: Pájaros de paz/cántaros de amor.
           I
Mil palomitas
sobre un techo de lata
se picotean.

Para arrullarse
saltan y abren sus picos.
Es primavera

Uno por uno,
ellos bajan sus alas,
ellas se arriman.

Se aquietan juntos.
ellos las acarician,
no las dominan,

En tono grave,
los palomos gorjean
mirando fijo.

Los veo irse
volando al paraíso.
Ellas insisten.

El canto ronco,
de esos palomos tristes,
cesa en el beso

de la pareja,
que cada enamorado
ya ha concretado.

Cesa en los besos
de esos mil elegidos
por las mil hembras.
            II
¡Esto es el cielo!
Desde el techo me gritan,
sobre el poniente.

¡Que se prodiga
sobre las verdes hierbas
en primavera.                                              

Vuelas florcitas
que al llegar empujadas
hasta sus bocas

por leves brisas,
les inspiran deseos
de armar sus nidos

con barro y plumas.
Más todo lo atrapado
bien trabajado.

Y entretejido
con hebras aromadas
por las auroras.

Y hojitas secas
para limar el filo
de ventanales.                                                        
            III
Bajo un cielo azul,                                                
presenciando los hechos,
de esta mañana,

capturé el fulgor                            
del acople perfecto.
en la gran boda          

de la Infinitud
con Mil Aves en celo,                       
y enamoradas.

                   Amanda Patarca.

Tributo-homenaje a Marta de Paris

Tributo-homenaje a Marta de Paris

I )
Con tu música nos acunamos todos;
en tu regazo aprendimos tu canción.

La soledad… No se instala en las Diosas, pensé, mientras reías muy bien acompañada.
La soledad no es ruido ni silencio, ni ruido de silencio.
Ni suma de espacios en momentos vacíos.
Tampoco es un momento sucesivo, ni el espacio vacío en un momento.
La soledad es un cúmulo en el tiempo de fuerzas invisibles desatadas por el viento.
-¡Para que los poetas y escritores nos deleiten! Te escuché decir, acercándote.


II )
La gloria, ese  pasillo oscuro y despoblado, por el que sólo Dios transita, te está
                                                                                                                  desconcertando.
Sin embargo, tranquila, tanteas las paredes para encontrar las llaves de sus luces
                                                                  porque sabes que entraste tomada de su mano.
No todo fue placer en ese gran recinto amurallado en donde te has movido.
Pero los resplandores de sus pasadizos existentes entre tantas salas
transitadas, todas, sobre la zona directriz marcada por la sangre de tu sangre  
-algunas raudamente siendo joven, otras con calma sosegada de baqueana idónea
                                                                                                                       correntina-
te otorgaron los dones necesarios para hacerte comprender lo incomprensible.


III )
Con el alma exaltada;
con la piel y el sentido del tacto instalado en el punto crucial del inicio;
sofocando prejuicios;
con los ojos abiertos, el cuerpo anhelante y el olfato, el oído y el gusto expectantes;
con el cuerpo extenuado,
ubicado en función del valor del servicio real aportado a tu obra concreta
-enraizada en las sombras de antiguos anhelos de gozos soñados-
por la cual, unánimemente, tus fieles amigos, ya emitieron juicio,
te entregas, consciente, al placer secreto de aquel transitar siendo niña,
por la infancia cierta de siestas pausadas, las que milagrosamente hoy vibran aquí,
entre la hojarasca de este otoño de oro tan actual y activo como el de Corrientes.

La nostalgia… Esa cosa oscura que queda prendida en la memoria
y que el recuerdo agita para escuchar su voz que es sólo el eco de un canto;
sonido eviscerado, angustiado; letanía luctuosa y funeral; agitación profunda…
Entonces… Es allí. En ese mismo instante cuando, deteniéndote para mirar fijamente, de
                                                                                                 reojo, el suelo, te preguntas:
                                                                                                                                                                     
¿Será realmente así?
La nostalgia no existe, te dices. ¿O sí?
Pero…Fue tanto el fruto dulce y renovado que la vida me dio y me sigue dando que…
Insistes: ¡Mi tiempo no se inclina en sus altares!


IV )

Y… Nunca se sabe… lo dices afligida viendo llegar a Valery de Francia, trayendo
                                                                                                                sus consignas.
Nunca se sabe nada, es cierto; él habla de un cantar. Del cantar de la obra que llega a
                                                                                                                          ser de arte.
¡El dice que ella canta en todas partes! ¿Será verdad que ella canta cuando goza
                                                                                porque entrega cantando su alegría?
 El silencio, tornándose insistente te obliga a preguntarte ansiosamente, en medio de la
                                                                                                                                 bruma:
¿Escucharé, yo, cantar a mis palabras con voz de obra de arte, henchidas de placer en su alegría, algún día, en alguna parte?
                                                                                                   

V )
Cuando el culto es pagano se torna irremediable ocultar remordimientos.
Marta no es Diosa. Sin embargo, ubicados sus lectores en la cima de su estrella   
nos informan, desde arriba, que ella es más; que es mucho más que un faro indicador
                                                                                                               de orientaciones.
Sabemos que no es Diosa.
Pero… Observándola  así, tal cual la vemos, inmersa en su trabajo: erguida, segura,
                                                                                                            convincente y sola;
asomada al espacio, ubicada de pie sobre su propia sombra protectora,
junto al borde extremo de esa amplia superficie iluminada;
prestándose consciente a oficiar de redentora de todas las mujeres                                                                                                             
olvidadas, oprimidas, violadas, ultrajadas… sometidas;
sepultadas, todas, en los profundos pantanos oscuros de la historia,
haciéndolas brillar al rescatarlas íntegras, con luces de escrutinio convergentes
solo a ella confiadas -para entrar en los abismos- como lo ha hecho siempre,
debemos afirmar y con razón en grado de potencia indiscutible, que si aún no lo es,
hoy, en virtud del genuino poder natural aferrado a su Gloria, merece serlo.

                                                                                           Amanda Patarca

LA PALABRA, LA METÁFORA Y ESA CONSIGNA ÍNTIMA QUE NOS INSTA A SER SIEMPRE UN POCO MÁS. (Tríptico)

 Nota Preliminar: Mente: Conductora… instructora. Movilizadora del alma y del espíritu.
 Generadora de ideas con las que se sustentan, a partir de la percepción con posterior grabado en la memoria, los conocimientos establecidos, puestos en marcha, funcionalmente, y/o reproducidos por medio de la acción de pensar. Actos, estos, efectuados por el intelecto, entidad esencial en donde anidan las facultades del hombre.  

LA PALABRA, LA METÁFORA Y ESA CONSIGNA ÍNTIMA QUE NOS INSTA A SER SIEMPRE UN POCO MÁS. (Tríptico)

I
No sé cómo decirlo
Y aunque deba expresarlo de otro modo, buscaré las palabras para hacerlo. No me pregunten cómo.
No concibo la vida sin metáforas. Cántaros llenos de eso que me falta, explicaciones;
paralelismos, a veces sorprendentes, necesarios para comprender.
Ellas, ubicándome de frente, cara al viento, sostienen, de ese modo, mi vigilia.
sin preguntarme, nunca, si así es como me gusta; simplemente lo hacen
aplacando mi sed de saber y el temblor de mi cuerpo aterrado, cuando clama respuestas a tanta incertidumbre.
Ellas, haciéndome entender lo inteligible, me sitúan inmersa en la inmensidad del tenebroso espacio, en donde
                                                                                                                                                                          vivo
habiéndome tomado, para ello, sólo una ínfima parte del total.
Lugar dentro del cual me enorgullezco de utilizar como ninguna, mi espada o mi ternura,
cuando, sin que nada se oponga ni nadie me detenga, decido concretar mi acción deseada
demostrándole al mundo, mi osadía, llevándola a la práctica.
Y ¿Cuándo estoy donde sucede eso? Termino preguntando cautelosa,
mientras me resisto a que me invada el miedo.
Estoy aquí que significa ahora, me respondo a solas, siempre con su ayuda.
Continuamente interpretando todo lo que mis sentidos logran conseguir,
al pretender grabar en mi memoria aquello que a mi alma afectó.
Para que luego yo, entregando a la vida mi cosecha azarosa producida con hechos que también dejan cosas,
al captar lo logrado, lo exprese traducido, trasladado a mi idioma lentamente gestado
para reproducir el ruido de las ondas errantes  provenientes del eco sensible, detectado.
Convencida y feliz porque entiendo que existo, porque aquí estoy de pie, ante recuerdos, dormidos, algunos
                                                                                                                                                              apagados
huyendo en tren de fuga, o retornando encendidos, dispuestos, otra vez, a consumar conmigo el antiguo ritual
                                                                                                                                                       de la nostalgia:
Abrumadora sombra melancólica que se me presenta silenciosamente… Inmensa… taciturna … huraña
Sin ser requerida… aunque a mí se acerque sin traer consigo ni indicios de culpas
ni vestigio alguno de remordimientos, para no hacer daño.
También aquí me encuentro, hoy, tendiente. Atenta a los dictados de mi mente.
La misma que impulsando mi destino se me impone al ritmo de un cronómetro activado. para persistir
atrayendo, fuertemente, mi atención con sólo irradiar luz al empujarme.
Con esa luz, lo sé, se entretienen mis esperas resignadas… silenciosas…lánguidas…

II

Y ¿Dónde estoy cuando sucede eso? ¿En que espacio se mueven mis pasos en el tiempo en que actúo?  Me
                                                                                                                                             pregunto, entonces.
En el mismo de siempre, me contesto. El ahora.
Ese punto que huye y que, aferrada a él, persigo porque convencida acepto lo que mi alma no se atreve a negar:
Que es en el mismo fragor del ajetreo que me impongo, (mental y corporal), mantenido viciosamente
                                                                                                                                                             inacabable,
donde radica la razón indiscutible del sostén que, de ese entrenamiento, exige mi existir para durar, deviniendo.
Insistiendo, entonces.  Sobre eso, tampoco a mi corazón le caben dudas.
Porque potenciando los pulsos de mis ondas vitales, subsisto perdiéndome ensombrecida, casi oscura, a veces
para encontrarme, luego, al cabo de unos días, otra vez fuertemente iluminada.  
Expectante, además. Como cuando Adán conmigo no sabía qué hacer
porque  yo lo seducía, aunque no siempre con recursos seductores.
Como cuando ignorantes, ambos corríamos tomados de la mano
sin saber que el paso que habríamos de dar y luego dimos
nos dejaría sin cielo, huérfanos de respuestas y atrapados por siglos en la red del espanto
de la que nos libramos, mucho tiempo después, saltando hacia el trapecio
que oscilando pendiente del hilo de la vida, nos prodigó, por fin,  la fe recién creada para ambos. La fe que
                                                                                                                                                           convencía.
Aquella fe anhelada, entonces… la aun desconocida. La que nunca llegaba... pero que llegaría...
Aquella  fe cuya demora,  nociva, nos hería... ¡Ya se encontraba activa!    
¡Perdidos abrazados! ¡Atrapados sin un trozo de cielo todavía! Al sentir que sentíamos, nos sentimos felices, sin
                                                                                                                                                                    embargo.
¡Por Dios, qué maravilla!
Entrelazados, corporizados, materialmente terminados pero aún ignorantes. Flotando en medio de la bruma,
                                                                                                                                                                  sometidos.
Con la mente virgen… en blanco todavía.
Tentando la palabra, la primera, la tardía, la que decidió, un día, salir para nombrarnos.
¡Somos! Dijimos. ¡Qué más podíamos pedir, en ese inicio!
Con ella creamos el hecho plural y el número dos y el tres. Y la suma que aplaude como expresión de gozo
y la resta que anuncia su reclamo en silencio ocultando su pena.
Y todo, porque  el mundo se nos vino encima, de repente.
Y eso, por creernos libres de ataduras… sin haberlo pensarlo, demasiado.

III

Los que éramos, proseguimos, sin prisa y preocupados, la marcha en el ahora, desde allí, generando la historia.
Tanteando, andando a ciegas todos. Los mismos  que de a poco nos fuimos redimiendo solos, intuyendo.
Persiguiendo el único punto en desliz continuado, el mismo de siempre,
el que instándonos a vivir sumergidos bajo la corteza en un túnel oscuro sin final de luz
trazaba los rumbos de nuestros caminos, creando espejismos.
Mientras las palabras, forzando su huída, desde nuestras bocas, se expresaban trémulas,
desconociendo, todavía, el poder de su potencia, como nosotros la existencia del alma.
Y así fue, como… un día, desprendiendo enardecidas su aroma embriagador
ellas solas nos fueron presionando… conmoviendo… para hacernos saber que allí,
en ese otro lugar de ubicación en donde nos hallábamos persiguiendo aquel mismo punto inicial tomado en
                                                                                                                                                                 cuenta,
ya éramos otros porque éramos más… Más de lo que antes éramos.
Con un más que, ciertamente, se sumaba para conjugarnos, luego, como fuimos siendo:
un poco más humanos, un poco más atentos, un poco más seguros,
un poco más inquietos y anhelantes, un poco más concientes… cada día.
¡Pensadores, al fin!
Y para hacernos comprender a los humanos, instalados vitalmente en nuestro ahora,
que aunque sigamos generando ideas, insistiendo de día y de noche pensando hasta la aurora,
siempre nos estará faltando algo. Algo más. Mucho más. Muchísimo más
de eso que nos permita descubrir la clave; la del acceso infalible a la alegría del vivir en paz.
Mientras tanto, aunque de a poco, los que así pensamos, nos contentaremos con ir completando, positivamente,
hasta el borde mismo de su concavidad, el cupo singular de almacenaje, de nuestra propia mente,
Y enfocando, entonces, con un hilo de luz  potente y claro, ese punto  inicial en continuo desliz, llamado
                                                                                                                      “ahora”, al que aferrada, aún persigo,                                                                                                                                                                                                   
comunico a los hombres del mundo que, a modo de apuesta, firmo, aquí, decretando mi aval contundente a
                                                                                                                                                        favor de la vida.
Y, además, que esperando que mis nobles ansias, por colmar de ideas los sagrados cántaros, se vayan
                                                                                                                                 cumpliendo tal como lo intuyo
                                                                                                                                                                                                            
decidida, persiguiendo ese punto esencial, el sostén de mi vida, sin dejar que me invada la duda, sometida al
                                                                                                                               fulgor de su influjo, con él huyo.
                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                           
                                                                                              FIN                                                                                                
                                                                                                                  Amanda Patarca