miércoles, 17 de febrero de 2016

Sinfonía “DESTINO”. (Opus 1 en futuro mayor).

Era un cielo abierto de un azul glicina
que enjambres de abejas rociaban con miel.
Y así presentado: dulce y sin neblina
se instaló en mis ojos y me fui con  él.

Cuando está conmigo, no debo olvidarme
que en su abrazo acuna mi razón de ser.
Pero estando lejos deja de ampararme.
Su ausencia me abruma, me invita a caer.

Si se queda inmóvil, flecha demorada,
luna detenida menguada de luz,
sin ser firmamento, ni cielo ni nada
se convierte en sombra de mi propia cruz.

En cuanto despierta y entra en su mirada
la carga de angustia que intento calmar,
me ofrece su barca; la aferro aterrada
mientras leva el ancla para entrar al mar.

Mi norte -trepado a esa flecha cohibida
del plano aún latente; sin activación-
con la luz de un sino orientó mi huída
y hacia el horizonte impulsó mi acción.

¡Ningún ser viviente traspasó esa línea!
-Me alertó el destino prendiendo un farol-                            
Y al verme alejada de esa franja ígnea
me quedé a la espera de la luz del sol.


                                                         Amanda Patarca.
(Extraído del libro El altar de los acordes, en Sol Mayor)

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