Con su pensamiento Violeta envolvía pesadillas
sin darse cuenta. Todo en ella en el plano subconsciente funcionaba en forma
automática. Y como cada ser amolda su conciencia a su existir, Violeta
transitaba por la vida recubriendo con su propia baba, dulce y suave, a
aquellas pequeñas partículas convertidas en acero oxidado, de forma irregular y
bordes punzantes, situación a la que quedó reducido parte de su tejido
interior.
Al sólo influjo del menor movimiento de su
cuerpo, que aportara a su espíritu una leve duda respecto a la aproximación de
algún amargo dolor temido, Violeta segregaba baba en lugar de adrenalina y
envolviendo con ella al absurdo estímulo, el que la hiciera padecer en un
principio hasta sangrar, reaccionando como hacen las ostras al ser agredidas
por un minúsculo grano de arena osado, neutralizaba instintivamente el dolor
provocado.
No es el momento de recapitular, se dijo, pero
como el tiempo fluye y con él las ideas no sólo nacen y mueren, sino que además
se deforman, se combinan, se separan, se olvidan, se tergiversan o resucitan
iguales o cambiadas, comenzó a intercambiar ideas con su madre, muy distante de
ella, y sin querer se sintió en aquella piel, la que ya en aquel entonces
guardaba el mismo secreto que ella se encargaba cuidadosamente de ocultar a
cada instante; las bolillas de acero oxidado de forma irregular y bordes puntiagudos
que ahora ella poseía en su interior. Y es muy natural que aquello sucediera.
Es tan natural como que Violeta recién hoy se diera cuenta de que aquello
sucedió en forma idéntica. Ni ayer ni mañana, hoy, día en que acaba de ser
retirado el último ladrillo de la casa demolida justo enfrente de su ventana.
Hoy, que vio cómo la última porción de cielo entraba por el último resquicio
abandonado por la casa, permitiéndole llegar sin sobresaltos hasta su propio
horizonte nítido y fiel. Hoy, terminación de la poda total realizada en función
de la intensidad de la luz de cada patio y cada corazón.
Dirigió de inmediato su pensamiento a aquella
gran casa, la que cobijó su primera pesadilla, terminada abruptamente en aquel
despertar de almíbar pernicioso llamado primer amor. Las manos de él la
recorrían tan suaves, calientes y precisas como entonces... Morir con cada
sueño nocturno y renacer amordazada entre susurros expectantes, mientras la
piel caliente, exhalando el mismo perfume que el patio, transmite mensajes que
acepta complacido un solo receptor. Locura junto al abismo que invita al vuelo.
Ballet sobre navajas gigantescas afiladas a la española. Toro bravo que invita
y desafía. ¿Es esto el amor? ¿Será...? Y siguió preguntándoselo cuando sola,
después de esa partida inexplicable quedó entre nubarrones, visiones amargadas,
borrones, lágrimas responsables y pilas de dignidad.
Dignidad, más dignidad, más dignidad, es igual a
evitar la soledad, evitar la soledad, evitar la soledad.
-Mujer de un solo hombre, hija. Yo lo he sido.
Mírame. A la cara. Mírame. Mujer de un solo hombre. No lo olvides.
¿Qué culpa tiene un otro? ¿Qué culpa tiene un
otro que venga. ¿Qué culpa tiene que tener? ¿Enamorarse es morir?
-El tiempo cicatriza, hija. Mírame. Quizá llegue
alguna vez el día en que entiendas lo que expresan las miradas. La mía, como
ves, es siempre triste. Tu padre no entendió. Nada. Nunca.
La cama desespera, aumenta los pesares, apacigua
al sediento, repara algunos males, hace pasar el tiempo, tranquiliza los
ánimos, pervierte al redimido, santifica al profano que postra su osamenta
aceptando reclamos del Dios de las alturas, sin embargo.
Violeta entró en su cama sabiéndose casada. Se
sintió tan distante de su primer amante que lo tuvo presente, con triunfal
regocijo hasta hoy. Esposa de un solo hombre y extraída dignamente del comercio
cotidiano de las caricias lascivas, de las languideces expectantes, de las
amarguras de los infortunios amorosos o de la ternura nacida entre fuertes
brazos, mientras sobreviene el placer total buscado, programado, anhelado y
recíproco.
Amor todos los días. Todos los días, se dijo,
quizá hasta que me canse. Todos los días... ¿por qué todos los días? ¿Y si
guardamos un poco? Yo querría guardar para mañana. Guardá para mañana. ¡Por
favor! ¡Amor todos los días no!
Amor todos los meses. Amor todos los meses. Amor
todos los meses. ¿Y si jugamos un poco? ¿Te acordás? No hace mucho tiempo. Ella
reía y él se apaciguaba.
Al principio la luna salía muy temprano. Jamás
tuvo Violeta que esperarla. Más tarde notó imperceptiblemente el paso de sus
días. Ahora... los ojos. Esos ojos nuevamente. Se acuerda de esos ojos. Las
manos, esas manos... Se acuerda de esas manos. Quiere encontrar la excusa.
Quiere entender su huida y su regreso, cuando volvió y ella ya casada, mujer de
un solo hombre, no quiso, no pudo o temió recibir explicaciones. Quiere olvidar
las lágrimas y todo el desencanto que tuvo que enterrar cuando muriera tras su
partida, para vivir sola y en secreto la melancolía del amor único y primero,
recreado. Se sienta en aquel banco, arregla su vestido, retoca su peinado.
Espera el colectivo resignadamente, escuchando latir su corazón al verlo
aparecer. Ya baja.. Está a su lado. Rodea sus mejillas con las manos. La besa
dulcemente. Se alejan. La bruma los devora. La cita durará más de dos horas.
Amor cada tres meses... amor cada seis meses...
Un amor cada año.
¿Un amor cada año? ¿Qué diablo se encuentra en
este infierno? ¿Un amor cada año?
¿Un acto de amor querrá decir...? Un sólo acto.
Violeta se siente como viuda. Los ojos se le
ahuecan. Quiere reír pero se siente vieja. Quiere jugar pero no dice cuando.
Perdió la intrepidez. Cuando duerme tiene los pies helados. Nadie se los calienta.
Mujer de un solo hombre, sacada con engaños de
fidelidad forzosa, del comercio cotidiano de las miradas lascivas, del
conocerse rozando, del decir con picardía, del pensar interesado. Rastrea entre
sus sueños. Recuerda sensaciones. ¿Ser fiel a un desengaño? ¿Por qué no?
Reniega del presente. Del amor cada año.
Sentada entre las sábanas acomoda almohadones
dirigiendo su mirada a la ventana. El horizonte, partiendo su panorama en dos,
presagia su futuro. El horizonte no es más que un hilo tendido. Tensamente
tendido. Violeta hace un esfuerzo y se incorpora, tendiente...
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