sábado, 30 de noviembre de 2013

EL HILO ENREDADO

Encuentros y desencuentros
LLEGAR

Ya instalada, me dispuse a esperar los acontecimientos. No tenía la más remota idea de lo que iba a ser de mí.
Me tuvieron de aquí para allá, de oficina en oficina, con verificaciones y sellos defectuosos que aquellos hombres faltos de piedad, aplicaban indiscriminadamente como si se tratara de martillazos.
Por fin me olvidaron un rato y en un rincón pasé desapercibida unas cuantas horas, hasta que me dormí.
Cuando desperté ya había caído de noche. La oscuridad era total. Me sentía acompañada; eso fue lo que más me importó.
Tuve miedo; no puedo negarlo, más que miedo, angustia.
No sabía nada, sólo que era la portadora de algo indescifrable, que toda yo tenía un sentido total. Que representaba un pensamiento con el cual alguien daba posibilidad a su espíritu, para alzarse sobre el universo y aliado conmigo, concretar su viaje y su fin: el contacto, la comunicación, la conjunción, la alianza.
Todo esto meditaba en medio de la noche que me rodeaba.
Todas estábamos allí, cargadas de fortuna o infortunio, quién lo supiera...
De pronto me inundó la idea de que era posible que mi llagada sirviera para torcer el rumbo de alguien, o para ser el hito a partir del cual surgiera alguna cosa, algún hecho, algún sentimiento, nuevo o de los ya conocidos. ¿Importaba eso acaso?
Tenía tanto cansancio que no podía pensar más.
En eso estaba cuando me sobresaltó un movimiento brusco y la sensación de desplazarme.
Allí surgió mi realidad súbitamente. Por un jirón de tela, un rayo de sol de un mediodía de enero me invadió con su calor y su luz que me cegó por completo.
Lentamente pude ver como el mundo entero se quedaba mientras yo me iba.
Llegamos.
Dormía.
Me desperté y seguíamos juntas; eso me tranquilizó.
Su destino es el mío, pensé. Lástima no poder hablarles...
Desconocía mi misión, pero sabía que algo en mí encerraba como un inmenso espíritu que entrañaba mi esencia.
¿Trascender? ¿Es eso lo que ansío?
Nuevamente oficinas, apretujones, sellos sádicos.
Ya vislumbro el fin, tengo fe.
No es posible que esta vigilia sea tan larga.
No es posible que mi verdad, nuestra verdad, sea tan lenta en llegar...
Ansiedad, curiosidad, cansancio. Todo estaba entremezclado cuando en sólo un segundo me abandonaron en un saloncito donde apenas cabía yo.
Sobre mí, una ventana entreabierta me dejaba ver un pequeño jardín.
Estaba asomándome cuando me aferraron fuertemente.
¡La carta! ¡La carta! gritaba una voz.
Ni cuenta me di de como estoy abierta y extendida en estas manos.
Siento una lluvia caliente que me invade, me borronea y que absorbo lentamente; me esperaron tanto...
La risa y el llanto se han unido; parece que me guardan, todavía no estoy segura.
Sólo sé que traía amor y que mi camino terminó por fin.

EL HILO


El libro de cuentos “El hilo”, editado por Ediciones Agón en dos oportunidades, consta de dos partes: El hilo enredado (Encuentros y desencuentros) y El hilo pendiente (Vida-Mujer).


En la primera parte se encuentran los siguientes cuentos: Llegar; Persianlux; Marche un cucharón para Cristina;…Pero haberlas sí las hay; El nono; y Las directivas.


En la segunda parte se encuentran los siguientes cuentos: El desliz; Ese admirable y cruel paralelismo; La búsqueda (Alegoría patriótica); Un cuento obsceno; la rebelada; y El hilo (El que dio título al libro).

                                              A MANERA DE PRÓLOGO


                                          PARA LA SEGUNDA EDICIÓN


     Cómo me gustaría poder expresar de qué manera llega a gestarse, desarrollándose hasta su total terminación, un cuento; cualquier cuento, del tipo y extensión que sea.
Me gustaría pero... lo primero que se me ocurre decirles es: cuando lo tengan no lo dejen ir. Atrápenlo. Describan sobre él, sucintamente, lo que consideren esencial, sin olvidar que lo esencial del cuento es, sin duda, su frase final, el desenlace, la descomposición del nudo. Sin esa libertad que surge de la distensión no existe cuento. Y... debo decirlo, un cuento es como un chiste, si no se anota inmediatamente, será difícil retomarlo. Se olvida. Fue, como hoy se dice. Pero cuando se lo toma y se lo desarrolla, entonces comienza a semejarse al cine. Mejor dicho, a la cinemática, que es como designa Ortega y Gasset a este fenómeno del desarrollar. El problema radica en la fuerza impulsora de ese desarrollo. El cuento avanza. Siempre avanza. Ya que el punto inicial, el de la cinemática, se mueve siempre hacia adelante, buscando la concreción, conjuntamente con los nuevos puntos que, multiplicados, se le van agregando al embrión, transformándolo en feto cuento, llamado así porque va queriendo ser algo. Y cuando lo logra, cuando la transformación, sin detenerse, consigue concretar ese algo anhelado, buscado, proyectado, el mismo, ese algo o ser especial, hace que el resorte autocontensor-autocreado, misteriosamente generado por el pensamiento humano, se active para que la criatura, tentando un salto ambiguamente angustioso y feliz, salga al exterior, abandonando su entrañable morada. El cuento, afuera ya, a la intemperie, no es más problema ni molestia para nadie. Ahora es horizonte cercano, cercano todavía. Horizonte que, al alejarse de su autor por mil motivos, habrá de permitirle al ser recién nacido acercarse más y más a todos. Y esto es así siempre, porque al terminar el período de gravidez, la liviandad, acomodando su volátil consistencia, que es lo mismo que decir haciéndose sentir tentando la expansión, se ubica. Para desacomodarse luego, como todo y desde ese instante volver a comenzar. Un nuevo cuento, entonces, volverá a gestarse.
Amanda Patarca

miércoles, 13 de noviembre de 2013

LA BÚSQUEDA Amanda Patarca


(Alegoría patriótica II)

I
¡Cómo haber descripto antes esa casa, mi casa, si todavía no la
tenía comprendida!
Sabía, aunque intuía que no era ése, precisamente, el detalle
significativo de mayor peso, que se encontraba en lo alto. Y que sus
cimientos, proyectados como para sostener la más poderosa fortaleza
del momento, fueron levantados, fuertemente construidos, sobre
una extensión estratégica e inteligentemente elegida. Tierras éstas
que por haber sido consideradas nuestras a través de los sentimientos
de los antepasados, resultaron mías, sin títulos concretos.
Describir la casa que resultó, se me hace imposible pero, paradójicamente,
es esa tremenda imposibilidad la que me impulsa instintivamente,
es decir, sin resortes de control, a lograr mi propósito
especialmente hoy y de hoy, este momento.

EL NONO Amanda Patarca


Don Pessaressi fumaba su pipa cuando murió. Sentado en su
sillón de mimbre ubicado frente al ventanal del comedor diario, parecía
vivo, tanto que permitió a su familia, reunida allí para festejar
su cumpleaños, comer la bagna cauda cumpliendo con todo el ritual
reglamentario dispuesto desde Cavour, la vieja ciudad piamontesa,
desde donde el Nono había llegado con la candidez, esperanza, energía,
nobleza y osadía que sus veinte años pudieron engendrar, viviendo
en su terruño la miseria que la guerra apañó cuando el siglo
recién despuntaba.