sábado, 12 de enero de 2019

EL NIÑO POBRE -Visto por un ángel- (Alejandrino)

EL NIÑO POBRE  -Visto por un ángel-  (Alejandrino)

I.- Con el sol en los ojos lo vi dormir afuera.
Un hambre de polenta no lo deja crecer.
En su casa se amoldan a lo que trae el día
y el día sólo aporta más ganas de comer.
El padre sin trabajo, suspendido en la obra
que apañaba sus ansias ofreciendo trozados
desvelos angustiados en sueldo semanal,
amargado y sin rumbo, vacías las dos manos
buscando otros caminos se fue un amanecer.
Cansado del pan duro sin ablandar en sopa;
harto de la miseria que lo entregó al dolor;
por vagar taciturno al salir por las noches,
sin rumbo  y sin mañana, a repartir destellos
de hiel acumulada debajo de su piel,
en el barrio sospechan que lo tragó el ayer
Nadie sintió su beso ni el peso de su mano,
pesada y lastimada posándose indulgente..
Pero a todos bendijo con desesperación
restándole a la mesa su boca codiciosa
temblorosa y profana, indigna y sin razón.   
Se fue sin dejar huella; sin siquiera un indicio.
Como si hubiera muerto, nadie dio más con él.
Sin embargo la madre de esa casa en tinieblas
sintiendo ese algo raro que hoy palpita en su ser
sabe que prontamente suplirá aquella boca
con el niño que lleva y que está por nacer

II.- Regresará aquel hombre, lo sé porque lo intuyo
merodeando esa casa, sin trabajo ni fe.
Pero el niño que viene -montado en otra aurora-
surgido de su entraña, lo obligará a crecer
Se esmerará en el rumbo con que encauce su vida
para que su familia se complete con él.
Ese niño que ambula, que está solo y espera;
el mismo que esta tarde con el sol en la frente
yo vi dormir afuera, desde su altura mira,
compara, saca cuentas, sin lograr comprender
lo que nadie le dice porque nadie lo ve.

III.- Y a mí, que miro y pienso y medito y no hablo,
ni me muestro ni escribo… A mí, que nunca río
porque lloro sin llanto, mojando con rocío
las veredas del mundo, porque soy sólo un ángel…
Tampoco me ve nadie y como Dios deambulo
me aflijo y resignado, los dejo proceder,
resguardado a la sombra… Sugiriendo, tal vez.

IV.- Cuando el padre regrese… Y esa madre callada
aportando en silencio su prudente orfandad
se dé cuenta de todo… Y yo logre espiarlos
como pude hacer siempre, desde mi dimensión,
detectando el anhelo de ese encuentro deseado,
huidizo y angustiante, con la oportunidad,
ese niño -y los otros-, cumplido aquel deseo,
pensando por sí solo, despojado del miedo,
sin pedir nada a nadie, ya erguido y arrogante,
derramando fulgores, bajo el manto del cielo.
cuidará de sí mismo, observado por Dios.
                                                   Amanda Patarca.   




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