martes, 22 de enero de 2019

¡Jacarandá!

     ¡Jacarandá!

     -Dijo la flor celeste desde el suelo-.
     Mi plaza reza y si florece llora.
     Reza con Dios cuando se acerca al cielo,
     llora con Él cuando en su suelo implora.

     ¡Qué hermosa está mi plaza colorida!
     ¡Qué extraña paz se asienta en su follaje!
     El vibrar de una luz cerró mi herida.
     Su azul-violáceo transformó el paisaje.

Todo es quietud; mil flores allá arriba
     aplacando el fulgor de las retamas
     me informan de la vida que se iba   
     desprendiendo capullos de sus ramas.

No saben de morir pero se mueren
renaciendo caídas sobre el suelo.
No saben de nacer pero sonríen
cuando me ofrecen duplicado el cielo.

Como lluvia de plumas sublevadas
desde donde está Dios caen y caen
para poder planear como ellas saben
entregando su vuelo a mi mirada.

Cuando el día se va, la plaza queda
semioculta detrás de su alegría.
Pero al volver, la luz de cada día
viste de azul lo que en la calle rueda.

¡Jacarandá! me dice mi alma en celo.
Tu plaza reza y si florece implora.
Reza con Dios cuando refleja el cielo
Ora con Él cuando su suelo llora.
                                                                     Amanda Patarca                            
                                                 



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